SI LES PARECE CONTINUAREMOS ALGUNAS DISERTACIONES ACERCA DE "SOBREVIVIR".;
EL
SÍNDROME DE LA POST-MADUREZ HUMANA.
“Para qué las quiero tiernas…
Si cuando están maduras, caen solas”.
(Decir de mexicana picardía).
Cuando me preguntan; ¿En qué
etapa de la vida me encuentro?, Yo les respondo que en la etapa
reproductiva, porque todos los seres vivos; “Nacen, Crecen, se
Reproducen y Mueren”, Y como yo no estoy muerto, pues…
En el primitivo orden del Reino
Animal, el individuo que pierde la capacidad de reproducirse,
degenera rápidamente, es expulsado de la comunidad, abandonado a su
suerte si le va bien, cuando no, asesinado inmisericordemente.
La “Sabia Naturaleza”, es así.
El admirable instinto maternal (o más raramente el paternal), deriva
del básico y poderosísimo Instinto de la Preservación de la
Especie, y tiene como sustento natural el mecanismo de la
supervivencia de los más aptos. Como quiera que entendamos el
absolutamente asombroso y Divino, mecanismo de La Creación, a través
de los mecanismos evolutivos que la ciencia moderna no deja con lugar
a dudas.
No podemos negar nuestra naturaleza
animal, so pena de automáticamente descender en la escala evolutiva
(caso que la hayamos escalado significativamente).
Dicen que el “Hombre Soltero es
un Animal Imperfecto”, pero yo digo que más bien el hombre casado
es “Un Perfecto Animal”.
Sin embargo, por más que
intentemos racionalizar nuestro estado de inminente (o actual)
senescencia, no podemos sustraernos al hecho básico de que los años
han pasado y que nuestras mejores épocas han quedado atrás. Le
decía una llorosa y enojada esposa a su sufrido cónyuge: “Así
me tratas, y pensar que te he dedicado los mejores años de mi vida”,
a lo que prontamente contestó el interfecto: “¿Cómo, ésos
fueron los mejores?”.
Dejando de lado el dudoso humor de
estas reflexiones, diremos que los mecanismos que conllevan a la
vejez en el ser humano no difieren mayormente de los que lo realizan
en la escala animal a la cual pertenecemos..Sin embargo, hay una
significativa diferencia, nosotros los humanos, tenemos una mayor
capacidad de influir en nuestro medio ambiente, (para mejorarlo y
también para perjudicarlo, no nos quepa duda), que la mayoría de
los seres que pueblan la tierra.
La incesante actividad de los seres
humanos en la superficie del planeta (o en su cercana proximidad),
desde la aparición de los primeros homínidos hace alrededor de
200,000 años, (todavía hay una interesante e interminable
controversia acerca de cuando fue tal suceso), ha tenido un cada vez
más profundo impacto, en el equilibrio ecológico-ambiental de
nuestro planeta, y asimismo hacia nuestro medio interno,(nuevamente
para mejorarlo o todo lo contrario). De ahí que nuestro cuerpo
humano haya sufrido cambios diferentes a los de otras especies, que
no tienen la capacidad de influir de tal modo al entorno natural.
Por supuesto la
longevidad de las diferentes especies, es función de dos básicas
variables: Las condiciones de su medio ambiente por una parte y por
la otra, la carga genética disponible en sus cromosomas. Esto quiere
decir, que lo que somos depende únicamente de dos factores: de lo
que nos heredaron nuestros antecesores y de las influencias que hemos
sufrido a lo largo de nuestra existencia. De lo primero, no tenemos
la más mínima capacidad de influenciar, (“no lo hurtas, lo
heredas” solía decir mi sacrosanta madre, “lo cáido, cáido”,
dijo Cantinflas), pero de lo segundo, la responsabilidad inicial es
de nuestros padres, parientes, amistades, médicos, maestros, etc.
Esta importante responsabilidad es progresivamente colocada en
nuestros débiles hombros conforme crecemos y alcanzamos la ansiada
madurez. De todas maneras, inmaduros o no, cada paso, cada decisión
tomada, desde; “mama derecha, mama izquierda”, es binaria,
digitalizada y crecientemente consciente, no nos hagamos tontos,
todos tenemos responsabilidad del cómo somos y qué nos pasa, No
quiere decir esto que el “Destino Inexorable” del hombre es una
entelequia inexistente (en mi opinión), sino que, existe tan grande
número de factores externos a nuestra existencia que influyen en
nuestra actividad, y que interactuan
con nuestras vidas, las cuales están tan intrincadamente
relacionadas entre sí, que el resultado final de lo que nos sucede,
está finalmente determinado por el azar, esterendipia o suerte. Por
eso podemos decir que “somos el arquitecto de nuestro destino”,
pero que la suerte o fortuna personal de cada quien juega un
importante y decisivo factor.
Pero ¿y la post-madurez qué?,
¿dónde está, o dónde encaja?. Bien, pues para eso necesitamos
determinar que entendemos como “madurez humana”. En mi concepto
es ese estado físico-biológico de equilibrio, en donde dejamos de
crecer y nuestros tejidos y órganos alcanzan la plenitud funcional y
son autosustentables y no claramente definido desde el punto de vista
psicológico y mental, pero determinado en gran medida por la
relativa autonomía, suficiencia y estabilidad emocional que
logremos en nuestra existencia (es lo que yo denomino “Estado de
Betabel”).
Bajo estos parámetros podemos
afirmar que de hecho existe un desfase entre la madurez física y la
mentada “madurez mental”, porque frecuentemente podemos observar
a personas “maduras”biológicamente, que son terriblemente
dependientes de sus congéneres y o son tremendamente inseguras, o
sus reacciones ante los sucesos de la vida son impredecibles y muchas
veces autodestructivos, en semejanza a los mucho más jóvenes o los
niños, y lo opuesto también; personas inmaduras desde el punto de
vista biológico, que hablan y actúan con una madurez que asombra a
propios y extraños, (yo tengo una nietecita de escasos 7 años, que
piensa y actúa como si tuviera 16 “Going into seventeen”) En
realidad, si nos ponemos muy estrictos en este concepto, la
supramencionada y ansiada “madurez emocional”, es muy difícil de
obtener puesto que todos los seres humanos, somos terriblemente
interdependientes. El hombre, como muchos animales exitosos en su
existencia, es necesariamente un “animal social”, que tiene y
ocupa una lugar definido en la escala evolutiva y en la jerarquía
social de su grupo.. Existen pues personas que “maduran”,
temprano en sus vidas, (a veces antes de madurar biológicamente), y
también personas que no maduran nunca. Dicen (sobretodo las mujeres
que son tan sabias), que los hombres nunca maduramos del todo y puede
que tengan razón, (que haríamos sin ellas), la imagen materna es
predominante en nuestras vidas y da sustento y seguridad a nuestra
sufrida existencia. Ellas también lo son con respecto a la imagen
paterna (creo yo), pero “¡aléguenle al árbitro!”, para que
nos metemos en problemas. Yo por lo pronto estoy satisfecho con ser
dependiente de la femenina contraparte y de que ellas también lo
sean de nosotros, yo pienso que este es el plan Divino y que somos
mutuamente complementarios.
Bueno, pero “todo por servir, se
acaba” y “todo tiene su límite”, como dijo la viejita de 98
años casada por más de 70, con el mismo (y sufrido) cónyuge,
manifestando ante el juez su deseo de divorciarse, por
“incompatibilidad de caracteres”.
El estado de Supramadurez Humana,
de hecho existe y es aquel en donde los tejidos biológicos ya no
tienen la capacidad de regenerarse a la misma velocidad a la que se
destruyen y caducan. Recordemos que todas las células humanas de las
que estamos físicamente compuestos (varios, muchos billones de
ellas), tienen en su estructura biológica, cadenas interminables de
aminoácidos, que son la base de las substancias proteicas
características de la vida, todas y cada una tienen vida y
existencia propia (aunque no independiente) y que unas de ellas, el
ADN y el ADRN o ácido desoxirribonucleico, poseen la importante
característica de almacenar información referente a cómo debe de
ser la estructura de tales células, grupos de ellas o tejidos y
finalmente órganos en interrelación. Esta información o código
genético, está claramente programada en cada una de nuestras
células, tiene además un claro “reloj biológico”, que
determina las veces que dichas células pueden reproducirse
binariamente, o sea asexualmente, sin necesidad de intercambiar
material genético con otras células ajenas pero de la misma
especie.
Todas las células de nuestro
organismo, a excepción de las células neuronales más
especializadas, tienen dicha capacidad de regenerarse a través de la
división celular o “mitosis”, pero lo hacen a tasas temporales
diferentes en cada tejido, y así por ejemplo, existen células que
se regeneran casi diariamente como las células de la piel, o las
células de la sangre que lo realizan aproximadamente cada 30 o 40
días, las células óseas que están continuamente destruyéndose
(osteoclastos) y reconstruyéndose (osteoblastos), o inclusive las
células tumorales “malignas”o cancerosas que están
continuamente, indefinidamente reproduciéndose e invadiendo otros
tejidos sanos.
Cuando los tejidos corporales dejan
de obtener el necesario equilibrio entre su crecimiento y destrucción
y además dejan de cumplir sus funciones a plenitud, como sucede
claramente con los órganos sexuales o reproductivos, pero también
en muchos otros órganos y tejidos, particularmente el Sistema
Nervioso Central (eje cerebro-espinal), Sistema Músculo-Esquelético,
Digestivo, Cardiovascular y muchos otros indispensables para mantener
un estado saludable satisfactorio, empiezan a caducar y a envejecer,
en realidad en este sentido, todos los tejidos del cuerpo “envejecen”
desde muy temprano en la vida.. Sucede además que todos los órganos
y sistemas del organismo están íntimamente y relacionados no
solamente físicamente en el mismo individuo, sino que tienen una
fina interrelación química neurohormonal y neurotransmisora, que
hacen posible el realizar las múltiples y complicadas funciones, que
hacen que el hombre sea eficaz en su vida.
Bien, pues sucede, que la capacidad
de los diferentes tejidos celulares de los órganos de los que
estamos constituidos, por las razones mencionadas, no pueden
regenerarse indefinidamente, al agotarse la capacidad de su eje
ADN-ARN para renovarse y por lo tanto tienden a ser deficitarias en
sus funciones y estructura. Sin embargo, también es evidente que no
lo hacen de una manera simultánea, por razones de origen genético
inicialmente cada tipo de células está programada para un
determinado número de mitosis o divisiones binarias, y esto es
peculiaridad característica de cada tejido.. Hoy día nuestros
geniales científicos primer-mundistas, están enfrascados en
encontrar (después de la maravilla de descifrar el “Genoma
Humano”), los genes que determinan la “longevidad celular.
Nosotros, los “vegetales”, les admiramos y les deseamos suerte y
les recomendamos paciencia y tolerancia a las decepciones (en lo que
somos expertos).
Pero como mencionamos líneas
atrás, no solamente las causas genéticas son importantes en el
proceso de envejecimiento. Los efectos ambientales también son de
gran importancia; En el transcurso de nuestra vida, estamos sujetos
de manera variable, a la exposición de gran cantidad de agentes
nocivos o tóxicos, que aceleran nuestro desgaste, como los son las
substancias denominadas “oxidantes” o “alkilantes” y otras
alteradoras de nuestra piel y medio interno. Además (como si fuera
poco), los efectos de la exposición a múltiples formas de energía,
como radiaciones (Cósmicas, Rayos X, Gamma, Ultravioleta, Luz,
Calor, Sonido, etc.), hoy día también se discute el efecto de los
grandes campos magnéticos en nuestro biosistema, (hasta ahora no se
ha demostrado nada). Parece sorprendente que a pesar de tantos
efectos nocivos todavía exista vida en la tierra , ¿No?.
Lo que si es necesario admitir es
que la existencia de vida en la tierra, es muy frágil y que requiere
de unas condiciones muy especiales; de elementos químicos propicios
(oxígeno hidrógeno, carbono etc.) temperatura, humedad, presencia
de escaso nivel de radiación cósmica, que parecen ser muy escasas
en nuestro universo conocido. En este momento, es necesario el hacer
una profunda reverencia, (an´a tip of my hat) maravillándonos
asombrados y agradecidos a nuestro Creador, ante el milagro de la
vida.
Bien, no sé si queda claro que
todos nuestros tejidos, envejecen caducan y mueren a diferente razón
temporal, dejados a su evolución natural y siempre que no ocurran
sucesos catastróficos. Reflexionemos; desde nuestro nacimiento (ya
de por sí un portentoso milagro), hemos estado sujetos a tan gran
cantidad de efectos nocivos y riesgos mortales, que es realmente
portentoso que aún estemos vivos. Luego, “para acabalar”, como
decía el rancherito, estuvimos en manos de nuestros ingenuos e
ignorantes padres, médicos y maestros, más tarde, por así decirlo;
“tomamos las riendas de nuestro destino” (Já! y más Já!).
Ahora, ¡Estamos viejos!, ¡Milagro!, como dijo la rancherita, al
decirle a su “mamá”, que estaba encinta antes de tener marido.
Demos gracias a Dios y congratulémonos de nuestra buena (o mala)
suerte, y reflexionemos qué podemos hacer con lo nos queda de tiempo
y de suerte. En líneas posteriores, es mi intención, exponer
algunas sugerencias médicas y de otra índole para atenuar los
efectos del envejecimiento.
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